jueves, 20 de noviembre de 2008

Para no despreciar...


En tiempos en los que tocarle el opi a una señorita es cosa de viejos impotentes dotados con billeteras más gordas que la entrepierna de Jairo Castillo, nada mejor que el trabajo a voluntad de la gente de bien...

En este caso, don Ramón Mansilla, basurero de Gerli aunque más conocido como Florencia "brazo de tenista entre las gambas", nos envió una propuesta para nada despreciable.

Por eso, y sólo pensando en vos, amigo de la toronja con sabor a huevo transpirado de boxeador catamarqueño, te hacemos llegar esta sublime invitación.

Que el de arriba te conserve la zanja (limpia)...

Amén.

domingo, 28 de septiembre de 2008

El jodido de Don Freire

Willy Polvorón, los que vamos a morir te saludamos... (¡botón!)

domingo, 14 de septiembre de 2008

Nelson, “el mendigo investigador”* en: “Se voló, loco...” (Una historia negra y despareja -como la cotorra de tu vieja-)




*Aclaración inicial: Por respeto a la naturaleza fétida y desnutrida del personaje, por favor evite bañarse o comer durante la lectura del presente texto.




“Que los cumpla, feliz, que los cumpla feliz, que los cumpla, que los cumpla, que los cumpla feliz”. “Vení, Tarántula, vení, acercate a la fuente que te sacamos la fotito”. “Dale, Taran, que no se cumple 15 todos los días: una fotito en la fuente ¡vení!”. Tímida y envuelta en un virginal vestido blanco, Tarántula se arrimó al borde de la pseudo pileta plagada de estatuas para ser retratada en ése, su momento.

Pero a la voz de familiares eufóricos vivando a la adolescente se sumó una garganta ronca y un ligero ruido líquido que también se hizo parte del festejo. Lanzando un poderoso chorro de meo que hizo centro en la sonrisa de la quinceañera que posaba, Nelson, el mendigo investigador, emergió de las aguas al grito de “qué los cumplas, malcojida, que los cumplas: tomate un pis”. “¿Pero quién es este desubicado?”, se preguntó el tío Margarito, que acaba de salir del hospital tras ser empernado por 16 militantes de la CGT un lunes feriado.

No terminó su pregunta cuando un objeto oscuro voló por los aires y dio de lleno en el escote de Tarántula. “¡¿Qué es eso?!”, gritó una vieja. Atónitos, papi y mami se miraron entre sí antes de fijarse en la cumpleañera. Demasiado tarde: Tarántula ya andaba a las arcadas y de los espasmos rodada dentro de la fuente inundada. “¡Es mierda!” “¡Ese croto hijo de puta nos está revoleando con mierda!”.

Sí: era mierda. “Cacona, papis. Y está recién sacada del cortasoretes, así que no la desperdicien y agréguenla a los canapés de la boluda esa que están criando”, saludó Nelson. “Lo único que faltaba... que ya no me pueda humedecer el opi porque siempre aparece alguna trola experta en pajas haciéndose la santa”, agregó.

“Muerto de hambre, estás arruinando un momento único para la nena”, gritó papi. “Momento es el que pide tu hija cada vez que en la playa de estacionamientos de la cancha de Arsenal los negros hacen fuerza para meterle veintidós porongas en la boca de una, forro”, contestó el harapiento.


“Tarántula es muy estudiosa y...”. La mierda vuelve a volar. “Rajen de acá, hijosdepu, o saco las reservas. Miren que estoy cenando en la vereda de un supermercado coreano, y no saben lo rica que están las colitas de bondiola que tiran esos pibes”, amenazó el mendigo. Un segundo después, la quinceañera aborda un Peugeot 504 y se pierde en la ciudad... dejando tras de sí un inquietante olor a caca.

“Ahora sí puede seguir sacándome las cascarrias del ojete sin que me interrumpan”, pensó Nelson. Pero se equivocaba. No llevaba un minuto tratándose de desenroscar un bucle duro como una madera que se la había hecho en la puerta del orto cuando un patrullero se detuvo junto a la fuente.

“Pero mirá qué casualidad, sobador de manubrios. No sabía cómo ubicarte, así que abrí la ventanilla y tu aroma a nutria muerta nos trajo hasta acá”, lo saludó, con la cordialidad de siempre, el comisario Singollete. “En serio, che, qué justo. Yo estaba peleando con un rulo saborizado del culo y me acordé de vos. Dije: ‘si Singollete estuviera acá, seguro que me pedía un poquito de este condimento anal para ponerle a esos panchos que suele meterse en la ranura de carne”, contestó el investigador.

“Mirá, lame picaportes, dejémonos de boludeces: te necesito para un caso. Alguien está profanando estatuas y santuarios del Gauchito Gil en Berazategui y, por cómo es el ataque, vos sos el único que puede resolverlo, abusado de chico”, explicó Singo_ _ _ _ _ (Lector, no sea pajero y complete la palabra).

“¿Qué onda, seca uretras? ¿cómo bardean?” “Fácil, malparido... alguien se ocupa de cagarle la cabeza a las imágenes. Y no es un soretito y me voy: es una soberana bosta con hilitos de salame y todo... como si fuera de un Gran Danés” “¿Eh?” “Sí, de hecho en un principio pensamos que era un rrope, pero como encontramos restos de chipá, morcipanes y gaseosa Goliat nos dimos cuenta que era un chabón... ningún hijo de puta que no sea humano se puede meter en el buche toda esa basura masticable”, sostuvo el comisario.

“Vamos, loco, me termino de enjuagar el cometrapo y salimos”, gritó Nelson. “No, al revés, veníte como estás que así nos sos más útil”, chilló Singollete. Minutos después, y con las ventanillas bajas y el aire acondicionado al mango para espantar la baranda a huevo podrido que transmitía el mendigo investigador, el patrullero avanzó a los pedos rumbo a Berazategui.

Llegaron. Pegado a la estación de tren, una estatua del Gauchito Gil oteando el horizonte con la mano izquierda y apretándose el pito con la derecha –miembro que sobresalía como un Toblerone de su bombacha de campo– aparecía coronada con un soberano plastón en la frente del quía. Un par de cuadras más lejos, una imagen del Gauchito sentado arriba de una botella de ginebra Bols de punta exhibía un sorete duro, como de cuzco ya viejo, tapándole las cuencas de los ojos.

“Sin dudas, el Cagador de Cabezas ha vuelto”, dijo Nelson, casi para sí. “¿El Cagador de Cabezas?”, lo interrogó Singollete. “Sí, ano ‘amigable’. Un loco que apareció allá por el ’89. La primera cabeza que cagó fue la de una estatua que le levantaron a Ringo Bonavena en Parque Patricios. Luego empezó a cagar a diestra y siniestra: estatuas, ventanales, posters, figuritas, los molinetes del subte. Un día desapareció...”, comentó el indigente.

Sin que lo vieran, Nelson frunció el ojete. Allá por el ‘89 si bien su investigación había logrado arrinconar al Cagador de Cabezas, el turro se había esfumado un día antes del operativo final. Y Nelson, el imbatible Nelson hasta ese momento, había quedado como un soberano pelotudo.

“¿Y por qué se demoraron un día en ese momento, cometroncas?”, preguntó Singollete. “Bueno, es que justo conocí a un trava que la soplaba como para levantar un barrilete y me colgué 48 horas destapándole el baticonducto cacal”, rememoró el mendigo.

El indigente se acercó hasta la estatua y aspiró fuerte el abrasador perfume de la mierda que le tapaba los ojos al Gauchito Gil. Luego miró de cerca el sorongo: tenía granitos de choclo, una baba blanca que le recubría las grietas (“este se tomó un trago de guasca antes de garcar”, murmuró el investigador), la tapa de una boligoma incrustada en el medio, y restos de una foto de Hebe de Bonafini. “El Cagador bombea cerbatanas de cuero en el comedor de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo”, rugió Nelson.

Sí, ya tenían una hipótesis. Para coronar su sabiduría el mendigo procedió a bajarse los lienzos y, tras ajustar el calibre de su popa de cuerina, lanzó un potente geiser de colitis que dio en la muela cariada derecha de Singollete, que contemplaba boquiabierto el tremendo poder de deducción del croto que resuelve casos. “Cuando termines de hacerte gárgaras para la bronquitis con este bicarbonato arrancamos para la Universidad, cabeceador de glandes”, lo apuró el pordiosero.

Llegaron en dos pedos. Claro, los que se tiró Nelson en plena autopista y que, producto de sus efectos alucinógenos, impulsaron al milico conductor del patrullero a parar a un costado del camino, juntar 16 kilos de escombros, y ponerlos arriba del acelerador para luego ir al taco metiendo solo embrague y cambios. “Buena, Tito Bessone”, lo celebró el croto, que se había vuelto a bajar los lompas y ya se rascaba la ranura de corderoy defecado con el tapizado del Chevrolet policial.

“A la cocina, ladrones de semen ajeno, que por lo que vi en su cacona el tipo prepara tartas con maíz y hace collage con papel glacé y revistas aptas para todo mogólico”, ordenó Nelson, ya en la vereda de la Universidad de las pachamamas. Y ahí estaba, el temible Cagador de Cabezas, arrodillado y lamiéndole el prepucio a un jovencito en silla de ruedas que lo único que repetía era “despacio, que sino me voy a correr”. “Qué te vas a correr vos, recontra jajajaja... ¿encima de discapacitado motriz te gusta que te la chupen? Pajeros, acompañen a ruedasman hasta las escaleras de la estación Congreso de la Línea A de subte y denle un empujoncito de onda así pitufo motorizado no pierde el próximo tren”, aconsejó el indigente.

“Y vos, Cagador, tu incontinencia cacal llegó a su fin. Sacate ese tubo de carne de la laringe, soltá la lata de choclos y ponete contra la pared, que te vamos a medir el líquido de frenos porque me dijeron que te vas de cola cuando la pista está mojada”. El delincuente anal no emitió sonido. Apoyado contra un muro, procedió a separar los cantos mientras las manos de Singollete lo palpaban de armas y, de paso, le amasaban un toque el ganso “para ver qué tan cargado está el muchachito”.

Pero cuando uno de los dedos del comisario rozó el ano del Cagador, sucedió lo imprevisto: un pedonosuario con la potencia sonora de un motor de TC 2000 acelerando a la salida de la cuerda sobresalió de su recto y, previo lapso en el que el tiempo pareció detenerse, detonó en la cocina haciendo volar en mil pedazos los ventanales y arrojando al suelo tanto a la milicada como a nuestro héroe, que haciendo patitos hasta pelarse el culo como un mandril, terminó hecho una bolita (pero era bien argentino, ¿eh?, no nos confundamos... que el mendigo investigador no es ningún cobrizo, puto) en la vereda de la Universidad.

Cuando Nelson volvió en sí, el Cagador de Cabezas había desaparecido. Otra vez. Resignado, miró dentro del local y vio a Singollete con un tenedor clavado en un huevo, y al resto de los policías con el uniforme totalmente cagado. El malviviente del sorete fácil se había salido con la suya. “Se escapó otra vez, almacén de placentas”, murmuró el comisario, al tiempo que forcejeaba para sacarse el tenedor que colgaba de su escroto. “¿Te pensás que no me di cuenta, acicalador de conejos erectos? Se voló, loco”, musitó el mendigo. “Pero ya lo podré empernar otra vez. Y ahí, te juro por el cáncer de tu abuela, que no se me escapa, mamabicho”, agregó Nelson.

Y luego se fue escupiendo bajito (un soberano garzo verde esperanza que extrajo de las profundidades de su tuberculoso diafragma). Rumbo a la plaza Congreso. Dispuesto a dar con una reja negra bien puntiaguda que le permitiese apagar una picazón de ojete inesperada. Que no sabía de donde carajo le venía, si después de todo se había limpiado la tobera con el asiento del patrullero... Pero que tenía que ver con algo que, hasta el momento, el croto desconocía: el caso había quedado sin resolver. Y la cuenta pendiente, como el peor de los vinos tetra brick, le había dejado el opi ardiendo.



Bicho Moro



sábado, 13 de septiembre de 2008

No quiero ser más tu amigo (puto)



Hoy, mientras me depilaba el codo, pensaba en los amores truncos. En esas situaciones en las que los muchachos entregan el marrón a un par para dejar de sentirse solos. Y se bancan el dolor. Y no se quejan por más que la compañía tenga un aliento a hiena en celo que te genera calambres intestinales.

Entre pelo y pelo arrancado, medité también sobre esas situaciones en las que te dicen "seamos amigos, puto". Y vos te quedás así... solo... desolado... con el pito en la mano.

Y te preguntás "¿y ahora qué?", "¿me la tengo que autochupar?", "¿tengo que poner una ferretería?", "¿adoptar un bebé comechingón?". Y en un punto... en un pequeño, ínfimo, y soberano punto, te la querés cortar.

Para después hacerte un sanguche. O ponerla en el freezer hasta que se ponga dura como una tosca y luego sentarte arriba. Para consolarte...

Con la cera a medio enfriar, dí con este video. Y me sentí un poco triste. Llamé a mi vieja y le dije: "mamá, tengo SIDA". ¿Todo por qué? Por la historia de mierda que protagonizan el forro de Rick Hunter y la cornuda de Lynn Minmei en Robotech.

Y por Banana Pueyrredón... que le puso letra y música a mi pensamiento: no quiero ser más tu amigo. Ya no, PUTO.

Estimado lector-curioso oledor-cristiano al pedo, haga clic en el video. Mire y escuche. Luego me cuenta sobre su dolor (en el anillo de cuero).

Pd: si no podés ver el video, porque esta mierda de Blogger está andando mal últimamente, entrá acá: http://www.youtube.com/watch?v=Lh0efATtLrc

viernes, 1 de agosto de 2008

Opá, ió Via asé un Corrá



Sí! Vuelve la alegría cuadriculada... gentileza de la madre patria.

Se me pianta un lagrimón, che. Pasame el rivotril y el Bardhal anticongelante que se me enfría el estofado...

domingo, 1 de junio de 2008

Nelson, “el mendigo investigador”* en: “Sos vos, loco...” (Una historia negra y despareja -como la cotorra de tu vieja-)

*Aclaración inicial: Por respeto a la naturaleza fétida y desnutrida del personaje, por favor evite bañarse o comer durante la lectura del presente texto.




“A ver, palanca en la cola, abríme la reja que me parece que el Quico este está durmiendo”, ordena una voz que huele a chinche verde. “¿Te parece, doble sucio? Aparte este pibe no sabe nada del rinoceronte ese que los bolivianos carnearon ayer en el zoológico”, replica otra garganta. “Abrí te digo... o te bautizo con un chorro de este Tang naranja-mango”, amenazó la primera, al tiempo que blandía un pito de cuero negro surcado de picaduras de vinchuca. Como cada jueves, Nelson andaba de interrogatorios. Y en la seccional 3 de Don Bosco había escasez de vacunas Sabin y BCG, por lo que todos esquivaban acompañar al mendigo investigador por temor a contagiarse alguna variedad desconocida de poliomelitis.

Ya dentro de la celda, una montaña de pelo en posición fetal lo observó desde la oscuridad. “Rajá, puto... a mí no me vas a intimidar con ese olor a Vascolet vencido”, atacó un murmullo. “Mirá, manoseado de feto, yo te voy a sacar la verdá... así que andá largando quien mordió primero al rinoceronte o te lleno de tantos porongazos que en dos horas vas a terminar cantando el himno de Temperley en toba”, apretó el croto que resuelve casos.

“Y ahora, venite pa’ la luz que quiere ver el opi de topo que hoy me voy a murrear. Vení para acá”. No había dado dos pasos cuando el fluorescente repleto de grasa de chuleta iluminó de lleno una cabellera rubia. “Pero...”, se trabó Nelson. “Pero...”. “Pero... sos vos, loco. Sos Nico, el de Brigada Cola”. “Sí, soy yo. Pero no me llamó Nico sino Javier Alejandro, cajeta de tucumana, y ya tengo como 40 años... así que por lo menos, puto come picaportes, devorador de mollejas rellenas de talco Efficient líquido, ¡llamame Nicolás!”.

“Pero qué te pasó, nene. Si te habré visto mientras se la colocaba a la gorda con cáncer que antes me fiaba el cantimpalo. Decíme, ¿vos lo empernaste alguna vez al perro Tronco? ¿Por qué le decían Tronco y no Tronca, si la tenía como para remover escombros?” “Basta, baranda a gitano rumano... esto no es joda. ¿Por qué mierda no hacés algo para sacarme de acá?”. “Pero no, Nico, ¿estás en una misión? ¿Dónde está Mónica Guido, que quiero fumarme sus pedos?”. Javier Alejandro perdió la paciencia: “Cortita te la hago, cuidador de piojos: caí en cana porque afané en un kiosco de San Martín ¿entendés? Soy un fuma paco mal, me cabe aspirar líquido de frenos de Estanciera y reventarme las venas inyectándome Danonino caliente ¿calás ahora?”.

“Pero, loco, reaccioná: sos Nico. Loco, sos Nico. Yo te voy a ayudar”. Dicho esto, Nelson le ordenó al faloperito que tome el trapo meado con el que se tapaba en la celda y lo acompañe. “Yo te voy a reivindicar, Nico (“Me llamo Javier Alejandro, hijo de puta”, replicó el ex pibe) seguíme que de acá volvés al estrellato”, se relamió Nelson. Tras un serie de papeles firmados y la promesa de que no iba a embarazar a la mujer del policía de turno, Nelson y Nico salieron a la vereda de la seccional 3 de Don Bosco.

“Y ahora, vamos por un caso”. “¿Por qué mejor no vas por un jabón, hijo de puta? ¿Tu vieja se olvidó de sacarte toda la placenta cuando naciste?” “Sos loco, Nico, jajaja (“Javier Alejandro, hijo de mil puta”)”. No tuvieron que esperar mucho: en la vereda contraria a la comisaría, dos pendejos con una itaka en la mano encañonaban a un uniformado que justo bajaba de un patrullero. “Eh, gato negro, dame el relos, el celular y el emepetré’”. “Dale, gato negro, yuta hija de puta, bajate el pantalón que te queremos mirar la chota. Dale, rati”, lo apuraban los desnutridos.

“Shhhh... vamos a rodearlos... Agachate atrás del Fiat 128 ese que yo ahora te alcanzo”, dirigió Nelson.
“Loco, lo que juntamos, miti y miti, ¿eh, bolsa de costra? Pa’l paquito, loco”, intentó seducirlo Nicolito. “Qué decís, catador de bichos... Recatate. Ponete media pila, vikingo fuma pasto, porque te entro sin manteca. Volá, volá...”, contestó el croto. En la vereda de enfrente el apriete seguía: “Eh, Patito Feo, Sofovich, Piñón Fijo, pasame la tarjeta de débito y agachate que ahora viene mi viejo a medirte el pozo de petróleo”, rieron los pendejos.

“Ahora”, saltó Nico. Pero Nelson... Nelson... “¡Qué hacés, sarna!”. “Nada, esto me pasa siempre que me pongo nervioso”, alcanzó a chillar el mendigo al tiempo que depositaba sobre el pavimento una copiosa cacona. Apretándose la panza, el croto apuró el último Conogol para luego subirse el pantalón de un santiamén. Nico amagó vomitar. “Tranquilo, Nico (“Javier Alejandro, hijo de mil puta”), que el chiripá que tengo puesto me lo cambié hace sólo una semana”.

Para esto, los pendejos ya los habían descubierto. Y el padre de los dos indigentes le enterraba el picado fino al cana, que apretaba los labios y arañaba el capot de un citröen 3CV que justo estaba estacionado por ahí. “Eh, vo’ y vo’, vengan para acá... y hagan fila, que mi viejo tiene crema para todos”. “Pero pibe... ¿vos no me conocés a mí?”, probó el ex niño prodigio. “No, loco... a vos quién te juna? “Soy Nico, pá, el de Brigada Cola... Francachela, Tronco... Gladys Florimonti”. “Mirá, al único Nico que conozco es a Cabré y me cae mal, culo apretado... así que vos también bajate las bragas que papi tiene un brazo de tenista colgándole entre las piernas que quiere saludarte”.

No había terminado de decir eso cuando el padre de los desnutridos se detuvo. Y con la pija llena de la caca del policía y lágrimas en los ojos se acercó adonde estaban Nelson y su compañero. “Vos... vos sos Nico ¡Nico! El aprendiz de Echavarría... Extermineitors. El pequeño ninja... ¡Nico! ¡Nico!”, y abrazó a Javier Alejandro Belgieri como si fuera su propio pito.

La distracción lo permitió todo: recuperado, el policía le quitó la itaka a los pendejos y Nelson, emocionado por el cuadro, largó un soberano chorro de meada que encontró lugar en la garganta de unos de los pibitos. “Ea, veo que te gusta el gueitorei, pichón. Decíme si tiene gustito a uva”, y le dio potencia a su manguera.

Depositados en la comisaría. Nelson procedió a despedirse del reivindicado ex héroe popular. “Ya sabés donde encontrarme, así que cuando decidas salir a afanarle los medicamentos a algún que otro enfermo de SIDA o pincharle las ruedas a las sillas de los que tienen amputados las patas, pasame a buscar”.

“Nelson, la concha de tu madre, no te voy a olvidar. Te debo una...”, gritó Nico. Pero cuando quiso volver nuevamente a la vereda, dos policías le franquearon la entrada. “En eso estaba pensando justo. Te van a soltar, pero antes los pibes quieren un toque de amor. Entendelos, fumador de colchones, no siempre se pueden abrochar a un mostro de la tevé”. “A ver, llamálo a Tronco ahora, Nico”, rió el croto. “Javier Alejandro, hijo de mil puta”, se le escuchó a decir al drogón irrecuperable, antes de perderse en los oscuros pasillos de la comisaría.

Bicho Moro


viernes, 11 de abril de 2008

The Ren & Stimpy Show (o el delirio hecho dibujo animado)



La intro... inolvidable.



Un fragmento del capítulo "Carrera Espacial"...



Y el increíble comercial de "Tronco", el juguete más absurdo del planeta...

Lástima que cueste tanto conseguir material de los ya extintos Ren & Stimpy...

Qué mundo de mierda!

viernes, 29 de febrero de 2008

No merece respeto

La persona que tiene menos de treinta años y murmura: “Mmm, yo con la tecnología no me llevo muy bien”, mientras se sorbe los mocos intentando encontrar el mail donde el técnico le explicaba cómo abrir un archivo adjunto.

El proto ser humano que afirma: “Yo prefiero los perros, porque los gatos son traicioneros, ¿o no?”, mientras Sultán eyacula copiosamente sobre uno de los almohadones del sillón.

El asalariado de $1.500 que se pregunta: “Pero… ¿cuánto quieren ganar estos del subte?”


Merece respeto

La persona que sabe distinguir en qué caso la palabra aun lleva tilde y en cuál no.

El caballero que, antes de empezar a mear, abona el mingitorio con una regia escupida.

Las damas que, sólo de vez en cuando, son capaces de eructar con la fuerza de un volcán.

sábado, 12 de enero de 2008

Increíble: "Pio pio pa...", con la voz del inconfundible... Ringo Bonavena

Amigos, consejo: a no perderse la parte de la yarará...