domingo, 14 de septiembre de 2008

Nelson, “el mendigo investigador”* en: “Se voló, loco...” (Una historia negra y despareja -como la cotorra de tu vieja-)




*Aclaración inicial: Por respeto a la naturaleza fétida y desnutrida del personaje, por favor evite bañarse o comer durante la lectura del presente texto.




“Que los cumpla, feliz, que los cumpla feliz, que los cumpla, que los cumpla, que los cumpla feliz”. “Vení, Tarántula, vení, acercate a la fuente que te sacamos la fotito”. “Dale, Taran, que no se cumple 15 todos los días: una fotito en la fuente ¡vení!”. Tímida y envuelta en un virginal vestido blanco, Tarántula se arrimó al borde de la pseudo pileta plagada de estatuas para ser retratada en ése, su momento.

Pero a la voz de familiares eufóricos vivando a la adolescente se sumó una garganta ronca y un ligero ruido líquido que también se hizo parte del festejo. Lanzando un poderoso chorro de meo que hizo centro en la sonrisa de la quinceañera que posaba, Nelson, el mendigo investigador, emergió de las aguas al grito de “qué los cumplas, malcojida, que los cumplas: tomate un pis”. “¿Pero quién es este desubicado?”, se preguntó el tío Margarito, que acaba de salir del hospital tras ser empernado por 16 militantes de la CGT un lunes feriado.

No terminó su pregunta cuando un objeto oscuro voló por los aires y dio de lleno en el escote de Tarántula. “¡¿Qué es eso?!”, gritó una vieja. Atónitos, papi y mami se miraron entre sí antes de fijarse en la cumpleañera. Demasiado tarde: Tarántula ya andaba a las arcadas y de los espasmos rodada dentro de la fuente inundada. “¡Es mierda!” “¡Ese croto hijo de puta nos está revoleando con mierda!”.

Sí: era mierda. “Cacona, papis. Y está recién sacada del cortasoretes, así que no la desperdicien y agréguenla a los canapés de la boluda esa que están criando”, saludó Nelson. “Lo único que faltaba... que ya no me pueda humedecer el opi porque siempre aparece alguna trola experta en pajas haciéndose la santa”, agregó.

“Muerto de hambre, estás arruinando un momento único para la nena”, gritó papi. “Momento es el que pide tu hija cada vez que en la playa de estacionamientos de la cancha de Arsenal los negros hacen fuerza para meterle veintidós porongas en la boca de una, forro”, contestó el harapiento.


“Tarántula es muy estudiosa y...”. La mierda vuelve a volar. “Rajen de acá, hijosdepu, o saco las reservas. Miren que estoy cenando en la vereda de un supermercado coreano, y no saben lo rica que están las colitas de bondiola que tiran esos pibes”, amenazó el mendigo. Un segundo después, la quinceañera aborda un Peugeot 504 y se pierde en la ciudad... dejando tras de sí un inquietante olor a caca.

“Ahora sí puede seguir sacándome las cascarrias del ojete sin que me interrumpan”, pensó Nelson. Pero se equivocaba. No llevaba un minuto tratándose de desenroscar un bucle duro como una madera que se la había hecho en la puerta del orto cuando un patrullero se detuvo junto a la fuente.

“Pero mirá qué casualidad, sobador de manubrios. No sabía cómo ubicarte, así que abrí la ventanilla y tu aroma a nutria muerta nos trajo hasta acá”, lo saludó, con la cordialidad de siempre, el comisario Singollete. “En serio, che, qué justo. Yo estaba peleando con un rulo saborizado del culo y me acordé de vos. Dije: ‘si Singollete estuviera acá, seguro que me pedía un poquito de este condimento anal para ponerle a esos panchos que suele meterse en la ranura de carne”, contestó el investigador.

“Mirá, lame picaportes, dejémonos de boludeces: te necesito para un caso. Alguien está profanando estatuas y santuarios del Gauchito Gil en Berazategui y, por cómo es el ataque, vos sos el único que puede resolverlo, abusado de chico”, explicó Singo_ _ _ _ _ (Lector, no sea pajero y complete la palabra).

“¿Qué onda, seca uretras? ¿cómo bardean?” “Fácil, malparido... alguien se ocupa de cagarle la cabeza a las imágenes. Y no es un soretito y me voy: es una soberana bosta con hilitos de salame y todo... como si fuera de un Gran Danés” “¿Eh?” “Sí, de hecho en un principio pensamos que era un rrope, pero como encontramos restos de chipá, morcipanes y gaseosa Goliat nos dimos cuenta que era un chabón... ningún hijo de puta que no sea humano se puede meter en el buche toda esa basura masticable”, sostuvo el comisario.

“Vamos, loco, me termino de enjuagar el cometrapo y salimos”, gritó Nelson. “No, al revés, veníte como estás que así nos sos más útil”, chilló Singollete. Minutos después, y con las ventanillas bajas y el aire acondicionado al mango para espantar la baranda a huevo podrido que transmitía el mendigo investigador, el patrullero avanzó a los pedos rumbo a Berazategui.

Llegaron. Pegado a la estación de tren, una estatua del Gauchito Gil oteando el horizonte con la mano izquierda y apretándose el pito con la derecha –miembro que sobresalía como un Toblerone de su bombacha de campo– aparecía coronada con un soberano plastón en la frente del quía. Un par de cuadras más lejos, una imagen del Gauchito sentado arriba de una botella de ginebra Bols de punta exhibía un sorete duro, como de cuzco ya viejo, tapándole las cuencas de los ojos.

“Sin dudas, el Cagador de Cabezas ha vuelto”, dijo Nelson, casi para sí. “¿El Cagador de Cabezas?”, lo interrogó Singollete. “Sí, ano ‘amigable’. Un loco que apareció allá por el ’89. La primera cabeza que cagó fue la de una estatua que le levantaron a Ringo Bonavena en Parque Patricios. Luego empezó a cagar a diestra y siniestra: estatuas, ventanales, posters, figuritas, los molinetes del subte. Un día desapareció...”, comentó el indigente.

Sin que lo vieran, Nelson frunció el ojete. Allá por el ‘89 si bien su investigación había logrado arrinconar al Cagador de Cabezas, el turro se había esfumado un día antes del operativo final. Y Nelson, el imbatible Nelson hasta ese momento, había quedado como un soberano pelotudo.

“¿Y por qué se demoraron un día en ese momento, cometroncas?”, preguntó Singollete. “Bueno, es que justo conocí a un trava que la soplaba como para levantar un barrilete y me colgué 48 horas destapándole el baticonducto cacal”, rememoró el mendigo.

El indigente se acercó hasta la estatua y aspiró fuerte el abrasador perfume de la mierda que le tapaba los ojos al Gauchito Gil. Luego miró de cerca el sorongo: tenía granitos de choclo, una baba blanca que le recubría las grietas (“este se tomó un trago de guasca antes de garcar”, murmuró el investigador), la tapa de una boligoma incrustada en el medio, y restos de una foto de Hebe de Bonafini. “El Cagador bombea cerbatanas de cuero en el comedor de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo”, rugió Nelson.

Sí, ya tenían una hipótesis. Para coronar su sabiduría el mendigo procedió a bajarse los lienzos y, tras ajustar el calibre de su popa de cuerina, lanzó un potente geiser de colitis que dio en la muela cariada derecha de Singollete, que contemplaba boquiabierto el tremendo poder de deducción del croto que resuelve casos. “Cuando termines de hacerte gárgaras para la bronquitis con este bicarbonato arrancamos para la Universidad, cabeceador de glandes”, lo apuró el pordiosero.

Llegaron en dos pedos. Claro, los que se tiró Nelson en plena autopista y que, producto de sus efectos alucinógenos, impulsaron al milico conductor del patrullero a parar a un costado del camino, juntar 16 kilos de escombros, y ponerlos arriba del acelerador para luego ir al taco metiendo solo embrague y cambios. “Buena, Tito Bessone”, lo celebró el croto, que se había vuelto a bajar los lompas y ya se rascaba la ranura de corderoy defecado con el tapizado del Chevrolet policial.

“A la cocina, ladrones de semen ajeno, que por lo que vi en su cacona el tipo prepara tartas con maíz y hace collage con papel glacé y revistas aptas para todo mogólico”, ordenó Nelson, ya en la vereda de la Universidad de las pachamamas. Y ahí estaba, el temible Cagador de Cabezas, arrodillado y lamiéndole el prepucio a un jovencito en silla de ruedas que lo único que repetía era “despacio, que sino me voy a correr”. “Qué te vas a correr vos, recontra jajajaja... ¿encima de discapacitado motriz te gusta que te la chupen? Pajeros, acompañen a ruedasman hasta las escaleras de la estación Congreso de la Línea A de subte y denle un empujoncito de onda así pitufo motorizado no pierde el próximo tren”, aconsejó el indigente.

“Y vos, Cagador, tu incontinencia cacal llegó a su fin. Sacate ese tubo de carne de la laringe, soltá la lata de choclos y ponete contra la pared, que te vamos a medir el líquido de frenos porque me dijeron que te vas de cola cuando la pista está mojada”. El delincuente anal no emitió sonido. Apoyado contra un muro, procedió a separar los cantos mientras las manos de Singollete lo palpaban de armas y, de paso, le amasaban un toque el ganso “para ver qué tan cargado está el muchachito”.

Pero cuando uno de los dedos del comisario rozó el ano del Cagador, sucedió lo imprevisto: un pedonosuario con la potencia sonora de un motor de TC 2000 acelerando a la salida de la cuerda sobresalió de su recto y, previo lapso en el que el tiempo pareció detenerse, detonó en la cocina haciendo volar en mil pedazos los ventanales y arrojando al suelo tanto a la milicada como a nuestro héroe, que haciendo patitos hasta pelarse el culo como un mandril, terminó hecho una bolita (pero era bien argentino, ¿eh?, no nos confundamos... que el mendigo investigador no es ningún cobrizo, puto) en la vereda de la Universidad.

Cuando Nelson volvió en sí, el Cagador de Cabezas había desaparecido. Otra vez. Resignado, miró dentro del local y vio a Singollete con un tenedor clavado en un huevo, y al resto de los policías con el uniforme totalmente cagado. El malviviente del sorete fácil se había salido con la suya. “Se escapó otra vez, almacén de placentas”, murmuró el comisario, al tiempo que forcejeaba para sacarse el tenedor que colgaba de su escroto. “¿Te pensás que no me di cuenta, acicalador de conejos erectos? Se voló, loco”, musitó el mendigo. “Pero ya lo podré empernar otra vez. Y ahí, te juro por el cáncer de tu abuela, que no se me escapa, mamabicho”, agregó Nelson.

Y luego se fue escupiendo bajito (un soberano garzo verde esperanza que extrajo de las profundidades de su tuberculoso diafragma). Rumbo a la plaza Congreso. Dispuesto a dar con una reja negra bien puntiaguda que le permitiese apagar una picazón de ojete inesperada. Que no sabía de donde carajo le venía, si después de todo se había limpiado la tobera con el asiento del patrullero... Pero que tenía que ver con algo que, hasta el momento, el croto desconocía: el caso había quedado sin resolver. Y la cuenta pendiente, como el peor de los vinos tetra brick, le había dejado el opi ardiendo.



Bicho Moro



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta vez lo cagaron bien cagado... no se va a poder despegar el sorete hasta la próxima entrega que espero llegue rápido. Un policial negro como el opi de nuestro héroe. Saludos sobacanelones!

Anónimo dijo...

Jajaja esto es tremendamente bueno!!

Primera vez que entro y me pareció... lo más zarpado que leí hasta el momento.

Bicho Moro, sin conocerlo ya se ganó mi respeto.

Fuerza Nelson! (pero no mucha, a ver si todavía se le escapa algo y nos desmaya a todos!)

Hernán Gilardo dijo...

Yo creo que se haría justicia si el cagador de cabezas en vez de ir a lo de las Madres, visita la UADE, la UB o la Universidad de Palermo entre otras; ya que están repletas de "nenitas de mamas sobaquenas" que merecen ser defecadas de pies a cabeza...

Anónimo dijo...

Qué te pasa, nene? Yo estudio en la Universidad de Palermo y no soy ninguna nena sobaquenas.

Y me gustó esto que leí. Exijo una imagen de Nelson para hacerme una remera ya!

Me dio lástima que a "ruedasman" lo empujaran por la escalera del subte... Lo hubieran tirado directamente a las vías! jaja

Saludos!

Martina.

Hernán Gilardo dijo...

Martina:

Es muy de licenciada sobaquenas negar su condición de petera.

En particular a las de la UP les encanta que les hagan el UPite....

Saludos,

Nuncio del Mar

Anónimo dijo...

Normalmente no me engancho en leer comentarios y meterme en el ida y vuelta, pero me parece que te fuiste al carajo, Nuncio.

Seguro que sos de esos que se cree que la universidad pública todavía le saca varios cuerpos a la privada.

Qué equivocado estás! Hace rato que los dejamos atrás. En la pública no tienen ni papel higiénico. Además se les van todos los profesores porque las condiciones para dar clases y el alumnado son deplorables.

Y por lo de que me hagan el upite, no me conocés, nene. Pero seguro que sos de los que se tocan la bragueta adelante del changuito de un bebé.

Chau nene.

Hernán Gilardo dijo...

Martina:

Que suceptible!.

Puede ser que me toque en esa situación que describis -siempre y cuando- quien empuje el carrito sea alguien como vos.(¿No te enseñaron en la UP que "changuito" es re grasa, re de la UBA?)

Saludos,

Nuncio